El
Instituto Nacional de Estadística (INE) de nuestro país publicó las nuevas
cifras sobre pobreza y desigualdad correspondientes al 2023. Los datos nos
traen nuevamente, como ha sido una constante en este gobierno, malas noticias, en particular para los más desfavorecidos. No todo
está mejor que en 2019.
Según las nuevas estimaciones, las personas que viven por debajo
de la línea de pobreza son 10.1% del total del país, unas 350.000 personas, 50.000 más que en 2019. En relación con
el año 2022, la cifra se mantiene relativamente estable, ya que 12 meses atrás
se ubicaba en torno al 9,9%, un aumento del 0,2%.
Con respecto al año 2019, la pobreza aumentó 1,3%, ya que se
ubicaba en 8,8%. En el 2020, pandemia mediante, los niveles de pobreza treparon
al 11,6%, y si bien mejoraron desde entonces, nunca volvieron al nivel del 2019.
Las estimaciones de pobreza se obtienen a partir del cómputo de hogares que
perciben ingresos por debajo de un nivel, denominado línea de pobreza, que para
un hogar de una persona de Montevideo, dicho umbral se ubica en $ 19.519 por
mes.
En cuanto a las características estructurales de la pobreza,
algunos de sus rasgos estructurales no sólo no se han solucionado, sino que muestran
signos de agravamiento. La pobreza
infantil, para aquellos niños menores de 6, se ubicó en 20,1%, sin cambios
significativos con el 2022, pero aumentando más del 3% con respecto al 2019,
cuando se ubicaba en 17,0%. La pobreza
también sigue siendo más severa en las personas afrodescendientes, se ubica
en el 19,7%. También es mayor en los hogares
en los que la referente es mujer, ya que casi duplica la pobreza de los
hogares donde el referente es varón (8,8% contra 4,8%).
Se
ha instaurado un modelo de desigualdad: mientras el ingreso total de la
Economía ha sobrepasado los niveles del 2019 (se estima que el PBI va a ser más
de un 2% mayor que el de 2019), esto no
ha derramado hacia la población de menores recursos. Estos resultados no
son sólo responsabilidad de los problemas del dinamismo en la actividad
económica.
Es
importante observar eñ Gasto Público que se destina a los temas sociales, el
porcentaje del Gasto Público Social (GPS) con respecto al Producto Bruto
Interno (PBI), es bajo. Sobre este indicador no se conocen estimaciones oficiales,
sin embargo autoridades del gobierno han reconocido que el GPS con respecto al
PBI era 25,8% en 2019 contra el 25% actual.
En este punto puede ser útil mirar lo que ha sucedido con los
datos de desigualdad, que también fueron publicados durante esta semana por el
INE, y que reflejan el punto que se desprende del párrafo anterior. De la única forma en la que puede aumentar
la pobreza al mismo tiempo que aumenta el ingreso total de la economía, es con
una distribución menos igualitaria del valor generado. La torta es más
grande pero el pedazo que les toca a los que están más abajo en la distribución
es menor.
La desigualdad, medida a través del
Índice de Gini
(que vale 0 para una sociedad en la que todo el ingreso se distribuye de forma
igualitaria y 1 si el ingreso se concentra en una sola persona) no ha parado de
crecer en este período de gobierno. Este índice, que en 2019 se ubicaba en
0,383, trepó a 0,394 en el 2023. Un aumento de 1,1 no es nada despreciable dada
la estabilidad que suele mostrar el indicador. Para que se mueva deben suceder
hechos económicos de relevancia.
Esta situación del Índice de Gini contrasta con lo sucedido
durante el período 2007-2012, donde se logró reducir de 0,456 a 0,379. Incluso
cuando la situación económica no permitió redistribuir más ingresos, la
desigualdad se logró mantener relativamente estable.
El resto de los indicadores de desigualdad publicados por el INE
van en la misma dirección, aumento de la concentración de ingresos. Por
ejemplo, el ratio de ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre también
aumentó durante este período de gobierno. En el 2019, lo que se apropiaba el
10% más rico era 11,1 veces más que lo que obtenía el 10% más pobre. Esta diferencia
aumentó al 11,7% en el 2023.
Lo que ha sucedido con la desigualdad es aún más preocupante que
lo sucedido con la pobreza, porque si bien la situación de la personas en
situación de pobreza logró mostrar un abatimiento (aunque parcial) del
deterioro sufrido en la pandemia, la
desigualdad no ha parado de crecer.
Estos resultados no son una mera casualidad estadística. Son
resultado de las políticas aplicadas. Por ejemplo, a las ya señaladas referidas
a la reducción del gasto público social.
Podría argumentarse que la pandemia representó una crisis global y
externa a posibilidades de gestión del actual gobierno. Sin embargo, los
expertos sostienen que mientras la gran mayoría de los países del continente
han retornado los niveles pre pandemia, Uruguay no. De hecho, según un informe
de la CEPAL del 2022, Uruguay era uno de los tres países que no había retornado
a los niveles de desigualdad pre pandemia.
Los malos resultados en pobreza y desigualdad que el país presenta
hoy en día no pueden por lo tanto asignarse a eventos que este gobierno no haya
podido controlar. Los resultados son sanos hijos del modelo que actualmente se
aplica en Uruguay. El modelo de la desigualdad que ya dice presente.
Fuente: “El modelo de la desigualdad dice presente” Rodrigo
Gorga /Economista/.